La arcilla es parte de la madre Tierra, está viva, con todo lo que nos proporciona.
Hasta la biblia dice que Dios creó a Adán con barro, con esto quiero decir que tenemos la
misma composición en nuestro cuerpo que las arcillas, por lo que podemos sintonizar con ella
y establecer la cantidad a usar según sintamos.
Historicamente se ha usado en terapias, curas, balnearios, nuestras generaciones anteriores y
en otras culturas, las tienen incorporadas en sus tratamientos de salud y belleza. Cuando
sintonizas con ella el cuerpo te la puede pedir más o menos veces, en más o menos cantidad,
con el tiempo se consigue esa sinergia con ella y se convierte en nuestra mejor aliada para
nuestra salud.
A través de las arcillas se plantea una idónea opción para equilibrar y sanar el cuerpo.
Las arcillas se usan de modo externo y también interno debido a su acción desintoxicante y por su gran composición de oligoelementos.
Es muy útil para situaciones de carencias en sales minerales y oligoelementos.
Ayuda a las glándulas endocrinas y suprarrenales, elimina toxinas, metales pesados, propiedades antiinflamatorias y bactericidas,
trastornos digestivos, problemas de piel, acné, eccemas, psoriasis, ideal para dietas adelgazantes, celulitis, alitosis,
mal olor, afecciones en la boca, aftas, inflamación laringe, dolores, artritis, fibromialgia, fatiga crónica... y un largo etc.
Sobretodo alcaliniza el cuerpo y elimina tóxicos.
Cada arcilla tiene una composición diferente y aunque se pueden tomar todas y aplicar en la piel sin problemas, cada una está indicada para un uso específico y otros secundarios.
Las arcillas se componen de: Zeolita, Bentonita, Tierra de Diatomeas, y Caolinita (Senegal). Provienen de tierra de volcanes que han
entrado en contacto con el mar (https://diatomeasiberia.com/tierra-de-diatomeas-para-consumo-humano/).
Quien esté interesado en las Arcillas Volcánicas y quiera saber más, se recomienda la lectura de los siguientes enlaces: